Fue a él a quien se le ocurrió la idea de que podrían hacer también alguna actividad aquí, en el colegio.
Juanjo también es tutor de la clase de 2º, así que convirtió a todos sus alumnos y alumnas en unos verdaderos mini-romanos. Los entrenó durante varias semanas, les hizo la armadura, las espadas...
Hasta que el pasado viernes se celebró en el colegio, como ya he mencionado antes, una jornada de recreación histórica por parte de la misma asociación a la que pertenece Juanjo: la Colección Museográfica de Gilena. Su legión se llamaba "LEGIO I VERNÁCULA". Los hombres y mujeres que participaban allí montaron un pequeño campamento en la pista de tierra.
Tenían verdaderas armaduras, lanzas, cascos, vestimenta y armas. Juanjo también se vistió, pero estuvo ayudando un poco a los alumnos de su clase.
Estuvimos esperando un rato. Cuando el colegio entero ya estaba colocado, aparecieron los romanos junior, liderados y dirigidos por el centurión.
Estuvieron haciendo unas cuantas posiciones, por ejemplo, posición de defensa, de ataque...
Y después hicieron una pequeña batalla entre los veteranos y los junior. Como era de esperar, ¡los junior ganaron el torneo!
Al acabar nos dejaron entrar en el campamento romano y ver las armaduras, las lanzas... Y todo lo que quisiéramos. Nos hicimos un montón de fotos allí. Era emocionante, porque parecían romanos de verdad y tenían semblante de fortachones.
Tras ello, volvimos a nuestras aulas, aunque las tiendas de campaña se quedaron allí. A las una aproximadamente nos volvieron a llamar, y las clases de cuarto, quinto y sexto nos dirigimos al SUM. Allí nos estaban esperando todos los romanos que habían participado en la exhibición.
El profesor Juanjo nos dio una charla sobre cada tipo de romano. ¡Aprendimos un montón!
El Imperio Romano no nació premeditadamente, sino que al principio tan sólo era un grupo de personas.
Hace muchos siglos, llegó un grupo de aldeanos a un pequeño pueblo. Se asentaron en el único lugar que había libre, el que nadie quería; un lugar intrincado y en el no se podía cultivar. Al poco tiempo, ellos lo habían adaptado, habían construido una nueva y espaciosa casa y habían removido la tierra, que ahora era muy fértil. Tenían un montón de frutos y hortalizas.
¿Qué pasó?
Que los vecinos comenzaron a tomarles envidia, y numerosas veces intentaron arrebatarles la tierra que ellos habían transformado. Por su parte, se plantearon conseguir que les dejaran en paz, y, antes de que los otros volvieran a la carga de nuevo, fueron ellos. Así, ese grupo de aldeanos pronto creció y cada vez conquistaba más y más tierras. Al poco tiempo comenzaron ha hacerse famosos en la península itálica...
Así fue como nació el Imperio Romano.
Hace muchos siglos, llegó un grupo de aldeanos a un pequeño pueblo. Se asentaron en el único lugar que había libre, el que nadie quería; un lugar intrincado y en el no se podía cultivar. Al poco tiempo, ellos lo habían adaptado, habían construido una nueva y espaciosa casa y habían removido la tierra, que ahora era muy fértil. Tenían un montón de frutos y hortalizas.
¿Qué pasó?
Que los vecinos comenzaron a tomarles envidia, y numerosas veces intentaron arrebatarles la tierra que ellos habían transformado. Por su parte, se plantearon conseguir que les dejaran en paz, y, antes de que los otros volvieran a la carga de nuevo, fueron ellos. Así, ese grupo de aldeanos pronto creció y cada vez conquistaba más y más tierras. Al poco tiempo comenzaron ha hacerse famosos en la península itálica...
Así fue como nació el Imperio Romano.
Juanjo también dijo una cosa que me sorprendió mucho: que nunca nos creyéramos las películas de romanos, esas en los que salían todos vestidos iguales y montados en briosos corceles.
A los romanos no les gustaba montar a caballo, siempre preferían luchar a pie. Y todos no iban vestidos iguales ni mucho menos. Cada uno se vestía dependiendo del suministro que tuviera, es decir: si a un romano no le faltaba de nada, vivía bien y tenía una abundante fuente de dinero, compraba una armadura y unas armas más caras, pero que le protegerían y se podría defender mejor. Además, cuanto mejor armado estuviera, más seguro estaba a la hora de luchar y más personas le temían.
Esos hombres adinerados vestían con armaduras de hierro, llevaban puntiagudas lanzas y largas y afiladas espadas. Se ponían protección en las piernas y duros cascos que protegieran su cabeza.
Sin embargo, los menos adinerados, llevaban pequeñas armaduras de bronce, una lanza de madera; un casco que no le llegaba a proteger la cara...
Depende de la situación del dinero, cada uno se compraba sus propios accesorios, por eso casi ningún soldado romano iba vestido igual.
Por toda la suela de sus sandalias llevaban clavadas un montón de tachuelas. Muchas veces, algunos soldados, (los que tenían más dinero) llevaban un penacho de cola de caballo en lo alto del casco, o plumas de aves... Para parecer más altos y dar más temor al enemigo.
El centurión siempre llevaba en el casco un penacho de oreja a oreja, para que en las batallas siempre se le pudiera conocer y saber quién era. Además, siempre tenía que ir en el medio del ejército para que, al dar las órdenes, todos le pudieran escuchar bien.
El centurión igualmente recibía numerosas medallas si realizaba bien su labor. En este caso, se las enganchaba al cinturón o se las colgaba del cuello. Éstas medallas con las antepasadas de las que se entregan ahora en el ejército.
La legión en sí también podía recibir condecoraciones, títulos o medallas. En este caso se colgaban de una lanza y un soldado la llevaba en las batallas.
Había varios tipos de soldados, y se distribuían según su experiencia y lo que se les daba mejor hacer.
Las lanzas de los legionarios estaban hechas premeditadamente. Tenían un mango normal, pero luego se iban haciendo más finas hasta la punta, en la que se volvía a ensanchar y terminaba en un acabdo puntiagudo y afilado. Así, si no hería al enemigo, como la punta era más gorda que la lanza, cuando la punta ya había atravesado el escudo, la lanza cabía también en el agujero y podía llegar al enemigo.
Los legionarios que llevaban estas lanzas siempre iban los primeros a la hora de luchar, y siempre llevaban cada uno dos lanzas.
También había otro tipo de soldados que eran los encargados de cubrir la retirada. Es decir, a la hora de retirarse, ellos llevaban una lanza muy larga y mientras se marchaban estaban pendientes de que los enemigos no atentaran contra ellos.
Igualmente había un soldado que se encargaba de llamar la atención de sus compañeros para que escucharan al centurión por medio de un instrumento llamado corno, el antepasado de la trompa.
Luego estaba otro soldado encargado de llevar el estandarte. Éste era uno de los más importantes. Debía de saber luchar bien, porque tenía que proteger el estandarte aunque fuera con su propia vida.
Si se perdía el estandarte en la guerra, ellos se lo tomaban como "una maldición". Entonces esa legión desaparecía y cada legionario se iba por su lado, uno se iba a otra legión, otro a otra... así.
Las lanzas de los legionarios estaban hechas premeditadamente. Tenían un mango normal, pero luego se iban haciendo más finas hasta la punta, en la que se volvía a ensanchar y terminaba en un acabdo puntiagudo y afilado. Así, si no hería al enemigo, como la punta era más gorda que la lanza, cuando la punta ya había atravesado el escudo, la lanza cabía también en el agujero y podía llegar al enemigo.
Los legionarios que llevaban estas lanzas siempre iban los primeros a la hora de luchar, y siempre llevaban cada uno dos lanzas.
También había otro tipo de soldados que eran los encargados de cubrir la retirada. Es decir, a la hora de retirarse, ellos llevaban una lanza muy larga y mientras se marchaban estaban pendientes de que los enemigos no atentaran contra ellos.
Igualmente había un soldado que se encargaba de llamar la atención de sus compañeros para que escucharan al centurión por medio de un instrumento llamado corno, el antepasado de la trompa.
Si se perdía el estandarte en la guerra, ellos se lo tomaban como "una maldición". Entonces esa legión desaparecía y cada legionario se iba por su lado, uno se iba a otra legión, otro a otra... así.
Y eso fue todo lo que aprendimos con la charla de Juanjo y los romanos, sin contar numerosos detalles más. Fue una exhibición estupenda. Desde aquí le doy mis felicitaciones a la Colección Museográfica de Gilena y a Juanjo, por habernos enseñado tanto sobre nuestros antepasados. Fue una experiencia increíble.
¡Ha sido un honor tener a todos unos soldados en nuestro colegio!
Y ahora, un vídeo informativo para que aprendáis más sobre la vida en tiempos de Roma.
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