~EL AMOR LLAMA A LA PUERTA~
- ¡Has perdido un tornillo, tío! - exclamó César.
- No hay remedio, ¡ha perdido la cabeza por esa chica! - repuso Miguel Ángel.
- ¡Ah, mi corazón está en llamas...! Siento mariposas en el estómago, ¡he sentido el flechazo nada más mirarla! - suspiró David.
- Tienes que ponerte las pilas para estudiar, desde que apareció esa chica, estás en las nubes. ¡Debes de cambiar como la noche al día! - advirtió Daniel.
- David, estás andando por territorio desconocido... -murmuró Ramón.
- David, estás andando por territorio desconocido... -murmuró Ramón.
De repente, las chicas se acercaron sigilosamente a echar un vistazo.
- Ándante con pies de plomo... - susurró Antonio al oído de David.
- ¡Hola chicos! ¿De qué habláis? - dijeron a coro Gisela y Sandra.
- Vaya, ya vienen las empanadas éstas, ¡que cucharonas! - opinó Manuel.
- ¡Ssssh! Sois más burros que cualquier asno... - les reprochó Ainhoa.
- Ejeeemm... -carraspeó con duda Jonathan- comentábamos el partido de ayer, cuando Messi, que casi se come el césped porque iba corriendo que volaba, metió un gol de churro y Cristiano se puso hecho una fiera.
En ese momento del partido, Ancelotti tenía el ánimo por los suelos.
- ¡Vaya! -le siguió el rollo Miguel- parece que Neymar había empezado el día con buen pie y también marcó un gol de revista. Casillas estaba en la luna de Valencia, y, cuando se dio cuenta de lo que se estaba cociendo en el campo, se le vino el mundo encima y comenzó a llorar, ¡pero con lágrimas de cocodrilo!
- Venga, cabezas de chorlito, ¡dejad ya de calentaros el coco! -dijo con ignorancia Esperanza.
- ¡No nos toméis el pelo! -les amenazó Lucía.
- Sabemos perfectamente lo que os traéis entre manos. -añadió Cristina.
- Nos lo ha dicho un pajarito... -comentó Salomé con picardía.
- Conque una chica que juega con tu corazón, ¿eeh David? -dedujo Pili.
- A esa la conocen hasta los perros... -agregó Marta.
- ¡Dejad de meter las narices donde no os llaman! -defendió Francis.
- ¡Si sólo os queremos echar una mano! - rió María.
- Pues sí, ¡estoy loco por ella! -reconoció David- Es un cielo: su pelo parece de oro, su piel de porcelana, sus ojos del color del mar... ¡Y está más buena que el pan! Mataría por conseguir que fuera mi novia...
Cuando la miro casi toco el cielo con las manos.
- ¿Sí? Pues, según dicen las malas lenguas, la niña de papá tiene muuuuchos más amiguitos de los que piensas... -indicó Lucía.
- Lucía tiene razón, ¡esa chica es un gancho...! -incorporó Marta.
- No es oro todo lo que reluce... -insinuó Fátima.
- Es una joven muy abierta... -aclaró María- ¡Nunca mejor dicho!
- ¡Me importa un pimiento lo que digáis! Lo que vosotras estáis es hirviendo de envidia, porque ella está para comérsela, y cada vez que la veo se me ilumina el día. -bramó David.
- Madremía... ¡este está como una cabra! -interrumpió Marta.
- ¡Muy bien! Si prefieres que esa lagarta te rompa el corazón... -insistió Esperanza.
- ¡Callaos ya cotorras! No hacéis más que rizar el rizo... - cortó Raúl.
- Te queda un largo camino para crecer, ¡estás en la primavera de la vida! Nosotras sólo queremos echarte un cable. - aclaró Fátima.
- Cada vez estás más cerrado en ti mismo. - afirmó Sandra.
- ¡No hay rosa sin espinas! - advirtió Ainhoa.
- Os aseguro que conseguiré su corazón. ¡Los problemas me los como con patatas fritas!- dijo David en tono seguro.
- Sólo el tiempo lo dirá... -murmuró Gisela- ¡Y el tiempo vale oro!
- ¡David siempre tiene que sacar los pies del tiesto! - exclamó Pili con preocupación.
- Sólo pretendíamos allanarle el camino. - observó Cristina.
- No se da cuenta de que ahí hay gato encerrado... -imploró Salomé.
- Si es que es más cabezón... ¡y sigue en sus trece! - declaró Esperanza.
- Si sigue así yo me planto, ¡apaga y vámonos! - opinó Marta.
- Es más raro que un perro verde... ¡va a tener que apretarse el cinturón! - expresó Lucía.
- Desde luego, estas chicas hablan hasta debajo del agua. - bufó Álvaro.
- ¡Dejad ya de darme la lata anda! - reprendió David.
- Perfecto, ¡descanse en paz el enamorado! Cuando haya estallado tu corazón, no nos llames. - respondió con ignorancia María.
- Esta noche, nosotras vamos a dormir como marmotas, porque tenemos nuestra conciencia tranquila. Luego no nos eches todo el marrón. -apuntó Sandra.
- ¡¿Queréis que os mandemos de una patada a China?! -gritó Manuel.
- Dejémoslos, estos no están bien de la perola. ¡Cada loco con su tema! -aconsejó Lucía.
Las chicas se marcharon indignadas, sabiendo de sobra que David se iba a enterar de lo que valía un peine.
A la salida del colegio, que parecía un horno, los chicos salieron en estampida, y las chicas salieron hechas una piña.
Zoe, por quien bebía los vientos David, pasaba justo en ese momento por enfrente del colegio, e iba de punta en blanco.
El corazón de David saltaba de alegría, hasta que se dio cuenta de que la chica iba cogida de la mano de un chico que parecía un toro, ¡y con tableta de chocolate!
Se quedó con los ojos como platos y con la mente en blanco.
El pobre tuvo que romperse la cabeza para entenderlo. ¡Esa lagarta de Zoe era más lista que el hambre!
Ahora, David estaba hecho polvo. ¡La había pillado con las manos en la masa! Había estado ciego todo ese tiempo, ¡había estado dormido en los laureles!
¡A buenas horas se daba cuenta! Había metido la pata hasta el fondo.
Encima, mientras la miraba, había pisado un pastelito recién sacado del horno que había allí plantado. ¡Qué asco!
Esa noche iba a pasarla en vela por el gran peso de la culpabilidad. Y encima, no había dado un palo al agua mientras miraba a las musarañas.
Ahora sí que había dado en el clavo...
Aunque había vuelto a nacer, ese descubrimiento le había abierto muchas puertas.
Desde luego, él no sabía desenvolverse muy bien en el mundo del amor, tendría que pagar a sus compañeras con la misma moneda poniendo la mano en el fuego por ellas en otra ocasión.
Lamentó terriblemente haber mandado a freír espárragos a sus amigas, que simplemente querían ayudarle a pasar el bache. Ellas eran un pozo de sabiduría.
Sin lugar a dudas, ¡¡las chicas de sexto valían oro puro!!
Con la cabeza en esto, aparecieron sus compañeras por la puerta como elefante en chatarrería, y se pusieron a gritar como locas al ver al muchacho que acompañaba a Zoe.
A David se le salieron los ojos de las órbitas del susto que se llevó.
- ¡¿Pero qué pasa ahora?! -preguntó.
- ¡¡¿NO LO CONOCES?!! -respondieron las chicas a coro.
- No. -contestó David con chispas de rabia en los ojos.
- ¡Es para matarte! -gritó Gisela con desesperación.
- Si es que está como un tren... -murmuró para sí María.
- ¡Está hecho un roble! -exclamó Marta.
- ¡Es Beltrán! ¡El hermano buenorro y guapísimo de Zoe! -chillaron todas, mientras iban a la velocidad de la luz a saludarlo.
El mundo pegó un giro alrededor de David. ¡Así que era su hermano!
De repente se dio cuenta de que Zoe se dirigía hacia él, y su corazón vibró de felicidad.
- ¡Hola David! -saludó la chica con voz melodiosa.
A David se le subieron los colores rápidamente.
- ¿Te ocurre algo? Te has puesto rojo como un tomate...
- Eeehh... ¡Ho... hola Zoe! ¡No, nada! ¿Cómo andas por la vida? -titubeó David.
- Pues voy de perlas, gracias. ¿Y tú?
- Eeee... Sí, también estoy en mi mejor momento...
- Es que me he llevado un susto de muerte cuando he visto a las locas esas ir hacia mi hermano como si no hubiera un mañana...
- ¿Sí? ¡Me parto la caja! ¡¡Jajajajaja!!
- Por cierto, ¿tienes la agenda muy apretada?
- Eeeem... ¡Me queda menos! ¿Por?
- Es quee... resulta que había quedado con unas amigas
que me han hablado a más no poder de ti, y... Bueno, a lo mejor querrías aceptar la invitación tu también... ¿No?
- ¿En serio? Bueno, no me gustaría chafar tus planes, yo...
- ¡Qué va! ¿Te apuntas, no? Pues esta tarde a las cinco en el parque. Siento interrumpirte, pero es que tengo que llegar a la madriguera y aún debo darle una voz a mi hermano.
Bueno, pues... ¡Hasta luego!
- Eeee... ¡Sí, sí! ¡Hasta luego Zoe!
David acababa de vivir un sueño, ya no estaba en la Tierra, ¡estaba en Babia! Aún más cuando Zoe se volvió y le guiñó un ojo pícaramente...
Entonces el corazón de David iba a mil por hora, y estaba a punto de salírsele del pecho, como una bomba a punto de estallar...
- Ejeeemm... -carraspeó con duda Jonathan- comentábamos el partido de ayer, cuando Messi, que casi se come el césped porque iba corriendo que volaba, metió un gol de churro y Cristiano se puso hecho una fiera.
En ese momento del partido, Ancelotti tenía el ánimo por los suelos.
- ¡Vaya! -le siguió el rollo Miguel- parece que Neymar había empezado el día con buen pie y también marcó un gol de revista. Casillas estaba en la luna de Valencia, y, cuando se dio cuenta de lo que se estaba cociendo en el campo, se le vino el mundo encima y comenzó a llorar, ¡pero con lágrimas de cocodrilo!
- Venga, cabezas de chorlito, ¡dejad ya de calentaros el coco! -dijo con ignorancia Esperanza.
- ¡No nos toméis el pelo! -les amenazó Lucía.
- Sabemos perfectamente lo que os traéis entre manos. -añadió Cristina.
- Nos lo ha dicho un pajarito... -comentó Salomé con picardía.
- Conque una chica que juega con tu corazón, ¿eeh David? -dedujo Pili.
- A esa la conocen hasta los perros... -agregó Marta.
- ¡Dejad de meter las narices donde no os llaman! -defendió Francis.
- ¡Si sólo os queremos echar una mano! - rió María.
- Pues sí, ¡estoy loco por ella! -reconoció David- Es un cielo: su pelo parece de oro, su piel de porcelana, sus ojos del color del mar... ¡Y está más buena que el pan! Mataría por conseguir que fuera mi novia...
Cuando la miro casi toco el cielo con las manos.
- ¿Sí? Pues, según dicen las malas lenguas, la niña de papá tiene muuuuchos más amiguitos de los que piensas... -indicó Lucía.
- Lucía tiene razón, ¡esa chica es un gancho...! -incorporó Marta.
- No es oro todo lo que reluce... -insinuó Fátima.
- Es una joven muy abierta... -aclaró María- ¡Nunca mejor dicho!
- ¡Me importa un pimiento lo que digáis! Lo que vosotras estáis es hirviendo de envidia, porque ella está para comérsela, y cada vez que la veo se me ilumina el día. -bramó David.
- Madremía... ¡este está como una cabra! -interrumpió Marta.
- ¡Muy bien! Si prefieres que esa lagarta te rompa el corazón... -insistió Esperanza.
- ¡Callaos ya cotorras! No hacéis más que rizar el rizo... - cortó Raúl.
- Te queda un largo camino para crecer, ¡estás en la primavera de la vida! Nosotras sólo queremos echarte un cable. - aclaró Fátima.
- Cada vez estás más cerrado en ti mismo. - afirmó Sandra.
- ¡No hay rosa sin espinas! - advirtió Ainhoa.
- Os aseguro que conseguiré su corazón. ¡Los problemas me los como con patatas fritas!- dijo David en tono seguro.
- Sólo el tiempo lo dirá... -murmuró Gisela- ¡Y el tiempo vale oro!
- ¡David siempre tiene que sacar los pies del tiesto! - exclamó Pili con preocupación.
- Sólo pretendíamos allanarle el camino. - observó Cristina.
- No se da cuenta de que ahí hay gato encerrado... -imploró Salomé.
- Si es que es más cabezón... ¡y sigue en sus trece! - declaró Esperanza.
- Si sigue así yo me planto, ¡apaga y vámonos! - opinó Marta.
- Es más raro que un perro verde... ¡va a tener que apretarse el cinturón! - expresó Lucía.
- Desde luego, estas chicas hablan hasta debajo del agua. - bufó Álvaro.
- ¡Dejad ya de darme la lata anda! - reprendió David.
- Perfecto, ¡descanse en paz el enamorado! Cuando haya estallado tu corazón, no nos llames. - respondió con ignorancia María.
- Esta noche, nosotras vamos a dormir como marmotas, porque tenemos nuestra conciencia tranquila. Luego no nos eches todo el marrón. -apuntó Sandra.
- ¡¿Queréis que os mandemos de una patada a China?! -gritó Manuel.
- Dejémoslos, estos no están bien de la perola. ¡Cada loco con su tema! -aconsejó Lucía.
Las chicas se marcharon indignadas, sabiendo de sobra que David se iba a enterar de lo que valía un peine.
A la salida del colegio, que parecía un horno, los chicos salieron en estampida, y las chicas salieron hechas una piña.
Zoe, por quien bebía los vientos David, pasaba justo en ese momento por enfrente del colegio, e iba de punta en blanco.
El corazón de David saltaba de alegría, hasta que se dio cuenta de que la chica iba cogida de la mano de un chico que parecía un toro, ¡y con tableta de chocolate!
Se quedó con los ojos como platos y con la mente en blanco.
El pobre tuvo que romperse la cabeza para entenderlo. ¡Esa lagarta de Zoe era más lista que el hambre!
Ahora, David estaba hecho polvo. ¡La había pillado con las manos en la masa! Había estado ciego todo ese tiempo, ¡había estado dormido en los laureles!
¡A buenas horas se daba cuenta! Había metido la pata hasta el fondo.
Encima, mientras la miraba, había pisado un pastelito recién sacado del horno que había allí plantado. ¡Qué asco!
Esa noche iba a pasarla en vela por el gran peso de la culpabilidad. Y encima, no había dado un palo al agua mientras miraba a las musarañas.
Ahora sí que había dado en el clavo...
Aunque había vuelto a nacer, ese descubrimiento le había abierto muchas puertas.
Desde luego, él no sabía desenvolverse muy bien en el mundo del amor, tendría que pagar a sus compañeras con la misma moneda poniendo la mano en el fuego por ellas en otra ocasión.
Lamentó terriblemente haber mandado a freír espárragos a sus amigas, que simplemente querían ayudarle a pasar el bache. Ellas eran un pozo de sabiduría.
Sin lugar a dudas, ¡¡las chicas de sexto valían oro puro!!
Con la cabeza en esto, aparecieron sus compañeras por la puerta como elefante en chatarrería, y se pusieron a gritar como locas al ver al muchacho que acompañaba a Zoe.
A David se le salieron los ojos de las órbitas del susto que se llevó.
- ¡¿Pero qué pasa ahora?! -preguntó.
- ¡¡¿NO LO CONOCES?!! -respondieron las chicas a coro.
- No. -contestó David con chispas de rabia en los ojos.
- ¡Es para matarte! -gritó Gisela con desesperación.
- Si es que está como un tren... -murmuró para sí María.
- ¡Está hecho un roble! -exclamó Marta.
- ¡Es Beltrán! ¡El hermano buenorro y guapísimo de Zoe! -chillaron todas, mientras iban a la velocidad de la luz a saludarlo.
El mundo pegó un giro alrededor de David. ¡Así que era su hermano!
De repente se dio cuenta de que Zoe se dirigía hacia él, y su corazón vibró de felicidad.
- ¡Hola David! -saludó la chica con voz melodiosa.
A David se le subieron los colores rápidamente.
- ¿Te ocurre algo? Te has puesto rojo como un tomate...
- Eeehh... ¡Ho... hola Zoe! ¡No, nada! ¿Cómo andas por la vida? -titubeó David.
- Pues voy de perlas, gracias. ¿Y tú?
- Eeee... Sí, también estoy en mi mejor momento...
- Es que me he llevado un susto de muerte cuando he visto a las locas esas ir hacia mi hermano como si no hubiera un mañana...
- ¿Sí? ¡Me parto la caja! ¡¡Jajajajaja!!
- Por cierto, ¿tienes la agenda muy apretada?
- Eeeem... ¡Me queda menos! ¿Por?
- Es quee... resulta que había quedado con unas amigas
que me han hablado a más no poder de ti, y... Bueno, a lo mejor querrías aceptar la invitación tu también... ¿No?
- ¿En serio? Bueno, no me gustaría chafar tus planes, yo...
- ¡Qué va! ¿Te apuntas, no? Pues esta tarde a las cinco en el parque. Siento interrumpirte, pero es que tengo que llegar a la madriguera y aún debo darle una voz a mi hermano.
Bueno, pues... ¡Hasta luego!
- Eeee... ¡Sí, sí! ¡Hasta luego Zoe!
David acababa de vivir un sueño, ya no estaba en la Tierra, ¡estaba en Babia! Aún más cuando Zoe se volvió y le guiñó un ojo pícaramente...
Entonces el corazón de David iba a mil por hora, y estaba a punto de salírsele del pecho, como una bomba a punto de estallar...
TRABAJO REALIZADO POR:
Fátima y María
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